“El espacio disciplinario trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber donde y como encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos”
(Foucault, 2005, p.147)
El hallazgo del cuerpo de la joven Yocelyn Rivas, al interior de la comunidad ecológica de Pirque ha generado grandes polémicas. El argumento central por el que este grupo es criticado, es el entierro ilegal de la mujer. Hasta acá, parece lógica y aceptable la preocupación, ya que a pesar de que el ser humano esta dotado de libertad para decidir cual es la forma más adecuada para insertarse en el mundo, existen ciertas normas a seguir que hacen posible una convivencia social ordenada y pacífica, por lo que el vivir en sociedad implica ajustarse a determinadas formas de convivencia.
Me parece plausible que las leyes se preocupen de imponer un cierto control sobre este grupo, ya que es evidente que se hace necesario el seguimiento de procedimientos tales como la obtención de un certificado de defunción y nacimiento. Así como también creo importante el hecho de dar asistencia médica a los partos u otras situaciones que lo requieran.
El debate central a derivado en un interés desmedido por saber quienes son los “extraños” que viven en esta comunidad, cuán diferentes son del resto, surge la preocupación por lo dominados que están estos sujetos (en su mayoría jóvenes) por una creencia de tipo religiosa o esotérica. Cuán apartados viven de la civilización y las implicancias que esto puede tener en su eventual actuar con el resto de la humanidad. En definitiva, los medios de comunicación se han encargado de poner especial énfasis en la amenaza que supone este grupo a nuestra sociedad.
En lo personal me llama la atención lo inquisidores que podemos ser como sociedad. Nos hemos acostumbrado a funcionar disciplinadamente, siguiendo leyes y pautas que determinan nuestro proceder como individuos. Somos dóciles al momento de seguir dogmas, reglas u obligaciones que emanen de una institución previamente reconocida como poseedora de poder. Ante esta nos rendimos y nos sometemos sin cuestionar, en ocasiones, la legitimidad de sus imposiciones. De este modo no parece extraña la gran influencia que posee la iglesia católica sobre los sujetos. El que hasta hace poco tiempo se amenazara con la existencia del infierno a fin de procurar acciones más rectas y morales, a pesar de generar críticas en ciertos sectores, no era motivo de alarma. Católicos o no católicos aceptan que cada quien crea en lo que le parece. Sin embargo surge una comunidad ecológica, como podría haber sido la iglesia cristiana en sus primeros tiempos, y ante esta nos preocupamos del dominio que están ejerciendo los líderes sobre sus integrantes. Molesta la posibilidad de que en su interior se estén forjando nuevas formas de pensar y estar en el mundo. El contexto cultural marcado por la disciplina nos ha educado de modo que reaccionemos con temor ante grupos que se salen del contexto normativo.
Francisca Montero.